Los productores de Washington han eliminado más de 277 hectáreas (685 acres) de huertos de cerezas en los últimos años debido a la infección por el fitoplasma X o virus de la cereza pequeña. Ambos patógenos provocan que la fruta no se pueda comercializar, una condición que la industria denomina colectivamente el virus de la cereza pequeña, pero es el primero el que ha creado una epidemia que amenaza a la industria.
La remoción de árboles, el único remedio que actualmente tienen los productores contra ambos patógenos le costó a la industria 18.2 millones de dólares por las pérdidas de producción en 2020, indicó el virólogo de la Universidad Estatal de Washington (WSU), Scott Harper. Sin embargo, él calcula que, si se toma en cuenta el costo de reemplazar esos huertos y la pérdida de ingresos mientras los nuevos bloques entran en producción, los daños para la industria serán de 81 millones de dólares, y seguirán en aumento.
Esas remociones (y sin duda otras más que se producirán antes de que la industria controle la epidemia) requerirán numerosas replantaciones en los próximos años, lo que ha puesto de relieve el suministro de árboles limpios de viveros certificados y las mejores prácticas para proteger el material de plantación y los huertos recién sembrados.
“La forma más fácil de que ingrese un patógeno es en árboles infectados”, señaló Harper, también director del Centro de Plantas Limpias del Noroeste. Pero a través del programa de certificación de árboles frutales de Washington, indicó, se aplican prácticas para “salvaguardar la cadena de suministro, iniciando con nosotros en el Centro de Plantas Limpias, pasando por los viveros, hasta los productores”.
Durante el año pasado, los viveros han colaborado estrechamente con el Grupo de Trabajo sobre el Virus de la Cereza Pequeña, un grupo de personal de investigación y extensión, productores y el Departamento de Agricultura del Estado de Washington, para garantizar que los viveros apliquen las mejores prácticas para reducir el riesgo de propagación de la enfermedad. Hasta ahora, dicen que está funcionando.
“No tenemos ningún indicio de que los árboles certificados supongan un riesgo para los horticultores en cuanto a la propagación del virus de la cereza pequeña”, afirmó Cindy Cooper, quien dirige la división de protección vegetal del WSDA que supervisa el programa de certificación de árboles frutales. “Esto es solo una señal de advertencia sobre la importancia de tener material de siembra limpio”.
El objetivo de la certificación es infundir confianza en los viveros y sus clientes, declaró Gary Snyder, copropietario del vivero C&O Nursery, quien también preside el comité asesor de la certificación de árboles frutales del WSDA. Y los viveros están preparados para realizar cambios adicionales, de ser necesario, para proteger un suministro de árboles limpios a medida que aprenden más sobre el control de la enfermedad X.
“Estamos haciendo todo lo posible con las herramientas que tenemos disponibles. La pregunta es: ¿hay una forma mejor?” recalcó Snyder. “A fin de cuentas, existen buenos procedimientos normalizados de operación, y si hay cosas que se pueden hacer para mejorar, ¿por qué no hacerlas?”.
Protección de la certificación
Los 16 viveros certificados por el estado siembran sus bloques madre registrados con material del Centro de Plantas Limpias. Los árboles madre de los viveros se someten a pruebas periódicas y a un monitoreo de síntomas para detectar una amplia variedad de patógenos, informó Lauri Guerra, director del programa de certificación del WSDA.
“No certificamos árboles individuales; certificamos el proceso”, explicó. El proceso por el que se propagan los viveros tiene muchos procedimientos de protección, agregó, y está diseñado para adaptarse a los patógenos a los que se enfrenta la industria, como el nuevo requisito de vigilar la presencia de las chicharritas que son vectores de la enfermedad X.
En los 17 años que lleva vigilando los bloques madre certificados por el estado en busca de la enfermedad X, Guerra indica que solo encontró un caso positivo en un árbol utilizado para producir semillas, no esquejes de yemas. Los fitoplasmas no se transmiten mediante las semillas.
“Tengo bastante confianza en el proceso”, afirmó. “No hay pruebas de que se trate de un problema que surja de los viveros”.
Pero no se puede dormir en los laureles ante una epidemia.
Con la prevalencia actual de la enfermedad X en todo Washington, es solo cuestión de tiempo para que una chicharrita infectada transmita el patógeno a un árbol madre de un vivero certificado, aseguró Guerra. Pero confía en que, con los procedimientos establecidos, el WSDA y el propietario del vivero lo detecten, eliminen rápidamente los árboles infectados y analicen de forma agresiva otros materiales para detectar cualquier otra propagación.
“Nuestro papel aquí es minimizar la posibilidad de que se traslade a los bloques registrados”, indicó Guerra. “Si se propaga, tendremos que ser muy agresivos y eliminarlo cuanto antes”.
El programa de certificación adopta un enfoque proactivo, señaló Guerra, y modifica los requisitos a medida que se dispone de información nueva.
A medida que los científicos aprenden más sobre la función que parecen desempeñar las plantas perennes nativas y las malas hierbas de hoja ancha como reservorios del fitoplasma X, el programa de certificación comienza a pedir a los viveros que sean más agresivos con la gestión de las malas hierbas tanto en los bloques madre como en los campos de árboles jóvenes, indicó Guerra. El monitoreo de las chicharritas y la realización de pruebas para ver si son portadoras del fitoplasma también deberán ayudar a los viveros a identificar los riesgos con mayor prontitud.
“Al analizar a las chicharritas, obtendremos una imagen en tiempo real de la situación, mientras que cuando analizamos los árboles obtenemos una imagen de lo que ocurrió dos o tres años atrás, en el mejor de los casos”, aseguró Guerra.
Los viveros impulsan el mensaje de las plantas limpias
La primera epidemia de la enfermedad X en Washington en la década de 1940, llamada así porque nadie conocía el agente causal o el vector, inspiró la creación del Centro de Plantas Limpias en Prosser, informó Bill Howell, gerente del Instituto de Mejoras de Viveros del Noroeste. Fue entonces cuando la industria se dio cuenta de la importancia de las plantas limpias e invirtió en ellas, financiando el programa de certificación con una tasa del 1 % sobre todos los árboles de vivero vendidos en el estado.
“Nuestros viveros quieren hacer las pruebas para ayudar a los productores a tener confianza en el producto”, señaló Howell.
Las fuentes de este artículo estiman que los árboles de viveros certificados representan aproximadamente la mitad de los árboles frutales plantados en Washington cada año, tal vez menos. La importancia de las plantas limpias puede pasar desapercibida hasta que surja un problema, afirmó Howell.
“Como clientes, los horticultores tienen que preguntar cuál es el origen de los vástagos cuando hacen un pedido”, recalcó Dale Goldy, productor de cerezas y propietario del vivero Gold Crown Nursery en Quincy, Washington. Los productores no siempre están dispuestos a esperar los pedidos de árboles si no hay suficiente suministro certificado disponible.
Dale prevé un aumento de la demanda de árboles en los próximos años, a medida que los productores siembren con una mayor densidad y sustituyan los bloques infectados.
La mayoría de los viveros certificados venden tanto árboles certificados como no certificados, por lo que los productores deben pagar el costo adicional de la certificación si quieren lo que, según Harper, es “esa garantía de que se han tomado medidas para garantizar que no son portadores de patógenos dañinos”.
Pero las plantas limpias son solo el primer paso. Harper y la especialista en extensión de la WSU, Tianna DuPont, advierten a los productores que no se apresuren a replantar si todavía hay una alta incidencia de enfermedades en sus alrededores.
Minimizar el riesgo de transmisión de la chicharrita es una preocupación tanto de los viveros como de los productores, señaló Goldy.
“En mi experiencia, aunque siembre en un bloque limpio y en un periodo de tiempo muy corto, si (la enfermedad X) está presente en los huertos de los vecinos o en los pastizales aledaños, se propagará hacia los suyos”, aseguró. “Lo que más me preocupa es que yo, como viverista, venda árboles limpios y certificados, y que dentro de uno o dos años un productor vuelva y me diga que tiene problemas”.
Replantar y recuperarse de la enfermedad X y del virus de la cereza pequeña van a requerir transparencia en cuanto a las mejores prácticas de manejo de todas las facetas de la industria, señaló Snyder.
“Los virus son desagradables, pero a veces sirven para unir a la gente”, declaró Snyder. “Queremos contar con la confianza de todos los implicados, desde los investigadores de árboles frutales hasta los horticultores y los viveros. Tenemos que protegernos en nuestro propio terreno”.
—por Kate Prengaman
Se deben remover ahora, pero ¿cuándo hay que replantarlos?
Busque, haga pruebas y remueva.
Ese es el mensaje que los centros de investigación y extensión de la Universidad Estatal de Washington promueven para fomentar una respuesta agresiva a los patógenos que causan lo que comúnmente se conoce como el virus de la cereza pequeña. Los expertos compartieron algunos de los últimos descubrimientos y las mejores prácticas para esos pasos durante la reunión anual del Instituto de la Cereza en enero, y el congreso anual de la Asociación de Árboles Frutales del Estado de Washington en diciembre.
Dos patógenos, el virus de la cereza pequeña y el fitoplasma X, pueden hacer que los cerezos infectados produzcan frutos pequeños y pálidos de mal sabor. En el último par de años ha quedado claro que la enfermedad X representa la mayor amenaza para los productores de cerezas del noroeste en la actualidad, y se están centrando más trabajos de investigación y extensión específicamente en ella, indicó Scott Harper, virólogo de la Universidad Estatal de Washington e investigador de la enfermedad X.
La búsqueda de síntomas debe ser una prioridad durante el ajetreado período anterior a la cosecha, añadió.
“El reto es que los síntomas pueden ser confundidos con fruta inmadura y pasar desapercibidos hasta que se acerque la cosecha”, explicó Harper. “La gente no piensa en ello como una enfermedad, solo piensa que la fruta no ha madurado”.
La presentación de los síntomas también puede variar entre los cultivares y la gravedad de la infección, y hacerse más pronunciada con el tiempo. Recomienda el uso de los manuales de síntomas particulares para cada cultivar que se encuentran disponibles ahora, junto con muchos otros recursos sobre la enfermedad X y el virus de la cereza pequeña, en el sitio web de la Extensión de Árboles Frutales de la WSU (treefruit.wsu.edu/crop-protection/disease-management/western-x/sampling-guide/).
Cuando detecte los primeros síntomas, recoja muestras para analizarlas, inclusive esquejes con tallos frutales y las hojas de ramas enfermas. El fitoplasma X puede ser difícil de analizar, pero los tallos de los frutos parecen ser el tejido más fiable, apuntó Harper en una entrevista de seguimiento.
El año pasado, cuando se comenzaron las pruebas en los laboratorios comerciales, surgieron algunas frustraciones, pero se espera que esta temporada sea más tranquila, indicó Harper. Su laboratorio en el Centro de Plantas Limpias del Noroeste ha estado trabajando con los laboratorios comerciales para llevar a cabo pruebas de aptitud este invierno, con el fin de solucionar los problemas relacionados con el proceso y prepararse para ofrecer a los productores resultados más constantes y oportunos.
Cuando se obtengan los resultados, los árboles infectados deberán ser retirados lo antes posible, porque alimentar a las chicharritas puede propagar la infección, señaló la especialista en extensión Tianna DuPont.
“Si se trata de un bloque que tiene antecedentes de la enfermedad X o del virus de la cereza pequeña, y se encuentran árboles sintomáticos, se pueden eliminar sin más”, agregó. “Si se ha tenido en el bloque y los síntomas son claros, la eliminación inmediata de los árboles va a sacar la enfermedad del bloque antes de que más patógenos puedan desplazarse ”.
En cuanto a la mejor manera de eliminar los árboles, se ha cuestionado el papel de los injertos de raíz, señaló DuPont. Compartió los resultados de los estudios diseñados para estudiar el manejo de esos riesgos mediante la aplicación de herbicidas para mostrar si es necesario eliminar los árboles colindantes. El estudio comparó los resultados de la aplicación de glifosato a los tocones recién cortados o mediante el método de corte en volante (“frill method”), en el cual el herbicida se aplica en muescas o agujeros perforados en el tronco mientras el árbol aún está vivo.
“Estamos viendo que tanto la temporada de agosto como de mayo parecen ser eficaces para la muerte de las raíces, y la aplicación en volantes es en general mejor que la aplicación en tocón cortado”, señaló DuPont, aunque la aplicación al tocón también funcionó.
En los bloques más antiguos que usan portainjertos tradicionales propensos al injerto de raíz, es importante utilizar uno de los métodos, aseguró. Pero en los portainjertos más pequeños, como los Gisela, “no vemos que se mueva tanto el herbicida, lo cual indica que tenemos menos problemas con el injerto de raíz”, señaló DuPont.
Durante la parte de preguntas y respuestas de la sesión del Instituto de la Cereza, se le preguntó a DuPont y a Harper sobre las consideraciones de cuándo y cómo replantar. Recomendaron esperar al menos un año para que las raíces mueran, pero después de eso, todo se reduce a la comodidad de cada huerto con el manejo del riesgo.
“La preocupación no es tanto si todavía hay raíces viables en el suelo, sino si hay incidencia de la enfermedad en la zona”, explicó Harper, quien añadió que la incidencia de la enfermedad está ahora extendida en muchas zonas de cultivo de cerezas. “Pero a medida que vayamos mejorando en cuanto al control de los vectores, podrá sentirse más cómodo” con la replantación en los próximos años.
En una entrevista de seguimiento, DuPont indicó que la respuesta agresiva que está viendo luego de la eliminación de árboles debería reducir la incidencia de la enfermedad en los próximos años, pero “todavía no hemos alcanzado ese momento”.
Harper apuntó que los productores que quieran replantar deberían considerar las estrategias de manejo necesarias para proteger la inversión en los nuevos plantíos. Los productores también deberían realizar pruebas en los huertos no productivos, agregó, aunque todavía no tiene una recomendación sobre la cantidad de pruebas necesarias para tener una alta probabilidad de detectar la infección a tiempo.
Cuando se le preguntó qué más necesita saber el sector de las cerezas sobre la epidemia de la enfermedad X de cara a 2021, Harper declaró: “Ciertamente no está mejorando. No pueden relajarse”.
—K. Prengaman