Los investigadores de la Universidad Estatal de Washington (WSU) creen que existe un posible mercado para su aislante de yemas de frutos derivado de la celulosa, y aspiran a ponerlo a disposición de los productores el año que viene.
Varios años de datos les han convencido de que las dispersiones a base de plantas, normalmente denominadas nanocristales y nanofibrillas de celulosa, son eficaces, pero tienen previsto un año más de estudios antes de su comercialización.
“Sabemos que funciona; queremos probarlas a gran escala”, afirmó Matt Whiting, profesor de horticultura del Centro de Investigación y Extensión de Agricultura de Riego de la WSU.
Whiting y tres colegas —Qin Zhang, Changki Mo y Xiao Zhang— han constituido una sociedad de responsabilidad limitada (LLC) con el nombre de Pomona Technologies, en honor a la diosa romana de la fruta y los huertos. Han comenzado a negociar con la WSU para obtener la licencia del producto aún sin nombre, cuyo rocío tiene una apariencia lechosa que recubre las yemas de fruta para protegerlas del frío. Los científicos quieren obtener una patente de utilidad y una etiqueta de registro del gobierno estadounidense. Su objetivo es realizar estudios de gran escala este año y vender el producto comercialmente en 2022.
Los objetivos de la empresa son modestos y grandiosos al mismo tiempo. Pretenden utilizar un conocido subproducto vegetal para resolver el problema más antiguo de la agricultura: el clima.
La sustancia a ser rociada está compuesta por polímeros naturales derivados de la celulosa, el principal ingrediente de la longevidad y resistencia de los árboles. Nada hecho por el hombre se le puede comparar. Los investigadores están evaluando su uso en todo tipo de productos, desde los cosméticos hasta los electrónicos y los vasos sanguíneos artificiales.
Xiao Zhang, profesor de ingeniería química y bioingeniería en la WSU, recinto de Tri-Cities, participó en algunos de esas evaluaciones de aplicaciones en su anterior carrera de ingeniería forestal. Piensa que el control de las heladas podría ser el avance comercial decisivo.
“Es muy revelador para mí”, señaló.
Whiting y Zhang se toparon con la idea en una conversación casual. Whiting no estaba familiarizado con la sustancia. Zhang ni siquiera sabía que las heladas eran un problema que enfrentan los árboles frutales.
Los nanomateriales de celulosa suelen ser un subproducto de la pulpa de madera, pero la paja de trigo, las hierbas e incluso el algodón también funcionan. Sin embargo, no son un producto de desecho. El proceso de extracción es arduo y técnico, así que no espere que los horticultores comiencen a fabricar sus propias aspersiones a partir de restos de poda, aclaró Zhang.
El equipo de la WSU compra actualmente el nanomaterial a proveedores de Europa y del este de Norteamérica, aunque está buscando fuentes más cercanas. Recientemente presentaron una propuesta para utilizar cáñamo. Importan la sustancia en forma de pasta o cristales liofilizados y utilizan un mezclador de gran tamaño para mezclar los aditivos patentados. Han establecido una concentración de ingrediente activo del 1 al 3 por ciento. Si es menor, la eficacia se reduce. Si es mayor, el gel atasca las válvulas de aspersión.
No han determinado un posible precio para el producto comercial, indicó Whiting.
La investigación es un éxito
En los estudios realizados el año pasado, la dispersión pareció disminuir drásticamente la mortalidad de las yemas durante las heladas naturales. En un bloque de cerezos Early Robin de Sunnyside, Washington, solo murieron el 2.9 % de las yemas tratados con la dispersión, en comparación con el 13.6 % de mortalidad en las yemas de control. Más adelante, en un huerto de Early Robin en Pasco, las yemas tratadas con la dispersión tuvieron una tasa de mortalidad del 16.7 %, frente al 30.5 % de las yemas no tratadas.
Además, el bloque de Pasco rindió 15 kilogramos (33.9 libras) por árbol, más del doble de los 7.4 kilogramos (16.3 libras) del control. El equipo de Whiting no disponía de datos de rendimiento para el huerto de Sunnyside.
Los resultados de los estudios de 2018 y 2019 en una cámara de congelación —en esos años no hubo heladas naturales— muestran diversos grados de protección para las yemas, al igual que los de las heladas naturales de 2020.
Este año, su objetivo es recopilar los resultados de varios cientos de acres o hectáreas de tratamientos, informó Whiting.
La investigación fue financiada por el Instituto Nacional de Alimentación y Agricultura del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, la Comisión de Investigación de Árboles Frutales del Estado de Washington, la Oficina de Investigación de la WSU y la Fundación de Investigación del Estado de Washington, mientras que una subvención del Fondo para la Brecha de Comercialización de la WSU ayudó a pagar algunos de los pasos del proceso comercial.
Varios productores de una sección helada de la región central del Atlántico de Estados Unidos están interesados, declaró Bill Mackintosh, un fruticultor diversificado de Virginia que vende directamente al mercado.
Tras escuchar la presentación virtual de Whiting en la EXPO de los Grandes Lagos en diciembre, Mackintosh y algunos vecinos intentaron pedir suficiente material para cubrir 2,023 hectáreas (5,000 acres). El equipo de la WSU tenía un suministro muchísimo menor este año, indicó Whiting, pero accedió a proporcionar lo suficiente para algunos estudios.
Mackintosh es propietario de una huerta de autorrecogido (U-pick) con frutas de hueso, cerezas, peras, manzanas y bayas, y una tienda con helados y productos de panadería que abastece al centro urbano de Washington, D.C., a una hora al este de la ciudad. Sin embargo, también asesora a grandes productores, interesados en tratar cientos de hectáreas a la vez, apuntó.
La zona se encuentra en una “bolsa de heladas” en la cual los productores usan máquinas de viento, aspersores y calentadores de propano, sobre todo en las frutas de hueso de floración temprana, explicó Mackintosh. Pero no todos los productores disponen de todas esas herramientas, ya sea porque alquilan terrenos o porque carecen de presión de agua para los aspersores. En la primavera de 2020, algunos perdieron la mitad de su producción de manzanas debido a una helada tardía.
Una opción como las dispersiones de base vegetal les permitiría a los productores proteger las manzanas y las peras, así como las frutas de hueso, y proteger a las empresas desde el punto de vista tanto hortícola como económico.
“Si perdemos una cosecha por las heladas, los clientes no vienen, y no solo perdemos las ventas de fruta, sino también nuestros artículos de valor añadido”, señaló Mackintosh. “Para sobrevivir, debemos tener fruta que recoger. Eso es lo que atrae a nuestros clientes a la huerta”.
—por Ross Courtney