En la rocosa ribera del río Columbia, Miguel Madrigal ha dirigido un pequeño huerto de frutas de hueso durante décadas. Pero él y sus albaricoqueros de 30 años se están adaptando a los tiempos.
“Las dejo en el árbol dos semanas más, cuando la fruta está tan madura que apenas puedes tocarla sin que se deshaga”, afirmó. Es entonces cuando recoge la fruta para un nuevo tipo de cliente: las destilerías que hacen brandy de albaricoque. Quieren todo el dulzor posible y no les importa que la fruta esté tan blanda que nunca llegaría a la línea de envasado.
La versatilidad está resultando fundamental para el cada vez más reducido sector de la fruta de hueso, incluso a pesar de la aparición de nuevos clientes comerciales.
Cada año salen menos albaricoques de las líneas de envasado de Washington. La producción en 2020 fue de sólo 2,200 toneladas, después de que una helada redujera la cosecha esperada a la mitad, una medida que aumentó significativamente los precios en la última temporada. La superficie se ha reducido a 860, frente a las 1,200 de hace cinco años, según los datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
En medio de este descenso, Patrick Reilly decidió arriesgarse y perseguir un sueño de tener un huerto. En 2019, compró el huerto de 10 acres que Madrigal gestiona a unos amigos que querían jubilarse pero no querían que la propiedad frente al agua fuese urbanizada.
“Es un lugar realmente especial”, afirma Reilly sobre el huerto, situado al este de Wenatchee, donde el río se curva de tal manera que bloquea el viento y protege el huerto situado frente a la ribera del río. Los árboles crecen alrededor de enormes rocas que no pudieron ser retiradas por la dinamita que Madrigal utilizó en los años 90 para despejar el terreno para la plantación.
Cuando Reilly compró el huerto, se dio cuenta de que el mercado mayorista tradicional se estaba desplomando. Así que se dedicó a buscar nuevos nichos de mercado que pudieran aprovechar lo que los albaricoques ofrecían sin los inconvenientes de envasar y enviar la frágil fruta. Ahora, indicó, tener múltiples canales para la fruta —destilerías, procesado de alimentos, mercados de fruta y envasado al por mayor— sitúan al huerto en una senda más rentable frente a la variabilidad que implica producir un cultivo de nicho.
“Estoy comprometido con la producción de albaricoques, especialmente con estos nuevos mercados”, aseguró Reilly. “Su interés se centra sobre todo en el perfil de calidad y sabor, frente a los mercados de fruta que quieren fruta de buen aspecto”.
Primero se puso en contacto con una panadería que prefiere la fruta más ácida, especialmente los Tomcots, y con la mencionada destilería, que quiere fruta tan madura que casi se derrita. A ambos les gustó la idea de abastecerse de fruta ecológica, así que él y Madrigal empezaron a investigar la gestión de la producción orgánica y a transicionar el huerto.
“Para ellos, lo orgánico forma parte de su confianza en el producto”, explicó Reilly.
Para Madrigal, esto ha supuesto el cambio a los fertilizantes orgánicos, lo que supuso una pequeña curva de aprendizaje, afirmó. Por lo demás, dijo que ha sido una transición relativamente armoniosa; Madrigal vive en el lugar y realiza él mismo la mayor parte del trabajo en el huerto de albaricoques y cerezas, por lo que es bastante fácil anticiparse a las presiones de plagas y enfermedades de la producción orgánica.
“Es un terreno de 4 hectáreas (10 acres), así que siempre hay algo que hacer”, señaló Madrigal. Su esposa, Graciella, y su hijo, Víctor, se encargaron de la cosecha mientras él llevaba a Good Fruit Grower en una gira en 2020.
Para la temporada de 2021, Reilly indicó que está trabajando con tres clientes de destilerías y se ha asociado con un equipo de producción de alimentos por encargo para elaborar albaricoques secos cubiertos de chocolate. También envía fruta a la empacadora Blue Bird de Wenatchee y a algunos mercados locales de fruta. La cantidad de fruta que se envía a cada mercado depende de los precios y de la calidad de la fruta, explicó. El año pasado, debido a la escasa cosecha, el almacén ofreció precios superiores al promedio, por lo que envió allí alrededor del 75 % de la cosecha.
“Es muy importante tener todos estos canales para gestionar nuestro riesgo”, aseguró Reilly. “Tanto la producción de alimentos como las destilerías crean opciones para la fruta que es más pequeña o que le han rozado las ramas debido al viento. … Necesitan el perfil de sabor, pero no son sensibles al tamaño, por lo que se elimina el riesgo del raleo”.
Hacer malabares con varios mercados requiere mucho esfuerzo para una pequeña explotación, pero también las protege de las fluctuaciones del mercado, apuntó Reilly. Hasta ahora, está funcionando tan bien que está planeando sembrar más albaricoques en el lugar.
—por Kate Prengaman