En White Trail Road, cerca de Quincy, Washington, justo después de un desarrollo de casas pequeñas y un campo de golf, Roberto Guerrero produce frutas de maneras inusuales.
El horticultor de 50 años tiene en su haber filas triples y cuádruples, no es partidario del enfriamiento elevado y los protectores solares, y no asiste a los días de campo universitario donde los investigadores presentan sus últimos hallazgos.
“Me encargo de que funcione”, comentó, atribuyendo su extravagancia a una mezcla de curiosidad y obstinación. “Ese es mi reto. Eso me distingue. Me aseguraré de que funcione. Esa es mi filosofía”.
Guerrero cumple 20 años como propietario de ACMA Mission Orchards, una finca de 74 acres ubicada en la región de Columbia Basin en Central Washington, en la que predominan gigantes del sector como CMI Orchards y Stemilt Growers. Agregó huertos más pequeños en Chelan, East Wenatchee y, posteriormente, una segunda ubicación en Quincy para un total de 118 acres.
Y por muy diferente que sea, señala una influencia histórica que comparte con la mayoría del estado: Grady Auvil, considerado uno de los pioneros del sector de la manzana en Washington.
¿Qué hay de esas filas cuádruples? Fue idea de Auvil, señaló Guerrero. Se encuentran en el bloque de 19 años de edad de Granny Smith, propiedad de Guerrero, los primeros árboles que plantó en su propia granja. Auvil había experimentado mucho plantando múltiples hileras de árboles en cada fila, una práctica muy escasa en la actualidad.
Guerrero sospecha que quizá tenga la única fila cuádruple cultivada comercialmente en los Estados Unidos. En parte para rendir homenaje a Auvil mantiene hasta la fecha el bloque, aunque también parcialmente solo para demostrar que puede y también porque producen. Gracias a sus árboles, se ha hecho en dos ocasiones con premios por la calidad de la fruta de su empacador, Blue Bird en Wenatchee.
“Quiero inspirar a la gente a pensar que todo es posible y que no se vale rendirse”, dijo. “No es fácil para mí rendirme”. También tiene un bloque de Honeycrisps de 2 años en una fila triple.
Le gusta la producción que obtiene de las altas densidades de varias filas y en un futuro pretende llegar a 200 contenedores por acre.
Los sistemas de varias filas vieron sus inicios en Holanda en la década de 1970 como una forma de aumentar drásticamente la densidad de los árboles, dijo Karen Lewis, especialista en extensión regional de frutas de árboles de la Universidad Estatal de Washington. Sin embargo, cayeron en desgracia cuando los productores frustrados se percataron de que las extremidades superiores les quitaban luz solar a las frutas inferiores. Los productores en Washington informaron que el aumento de las densidades no compensó la molestia (y el costo adicional) de tener que ponerse entre los árboles para el control de malezas y la cosecha.
“Soy precavido como para no decir que este sistema no funciona”, refirió Lewis, quien no conoce a Guerrero. “Quizá funcione y quizá lo haga a un nivel que cumpla o supere las metas particulares. Al igual que en todos los sistemas, se trata de que las tareas se realicen correcta y oportunamente”.
Muy pocos productores, si es que alguno, utilizan filas triples en Nueva York, dijo Mario Miranda Sazo, especialista en frutas de la Extensión Cooperativa de la Universidad de Cornell. Del último que supo recientemente reemplazó todas las filas triples con súper huso.
Guerrero lidia con los problemas de penetración de luz y rociado manteniendo sus ramas pequeñas, aproximadamente del tamaño de un lápiz.
Shane Dillard, un representante de Blue Bird que ha trabajado con Guerrero, conoce solo a unos pocos productores de peras en la región centro-norte de Washington que usan filas triples, pero ningún otro productor de manzanas.
Dillard también se sorprende de la frondosidad y altura a la que Guerrero permite crecer a sus árboles, con el fin de aprovechar cada centímetro de su propiedad, así como la agresividad de su técnica para proporcionarles nutrientes. Como resultado, tiene árboles saludables y una población vibrante de insectos benéficos para hacer frente a las enfermedades y a la presión de las plagas.
“Su caso es el de un productor sin igual, único”, dijo Dillard.
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El enfoque de Guerrero para cultivar fruta de árbol no para ahí. Él no usa nada más que la sombra controlada de las hojas y el potasio en su suelo para proteger su fruta de las quemaduras solares, si bien existen opciones orgánicas disponibles. Nada de enfriamiento elevado. Nada de alambrado. Nada de protectores.
“Solo son un desperdicio de agua y de tiempo”, remarcó. “Pongo especial cuidado en el equilibrio del suelo y hago que mi árbol esté sano y que se ponga frondoso en su copa”. Además, supone que puede costearse, por decir, un 5 por ciento de quemaduras solares, con su producción de 100 a 120 contenedores por acre y prima orgánica.
Guerrero inició en el negocio de la fruta como un empleado de Auvil Fruit Co. por varios años tras comprar su huerto original, terminaba de trabajar por la tarde y conducía una hora de trayecto hasta su nueva finca para atender a sus árboles jóvenes, dormía en su camioneta, llevaba agua en su camión y enfriaba su cerveza Keystone Light en las zanjas de riego.
Pasó gran parte de sus primeros años vendiendo productos frescos en los mercados agrícolas de Seattle, utilizando sus ingresos como flujo de efectivo. Algunas veces ganaba hasta $7,000 USD por día, y otras tan solo $70 USD, apenas lo suficiente para comer y cubrir los $30 USD de gasolina de su camión.
“Pero mis clientes se quedaron conmigo”, dijo. “Esa fue mi principal motivación”.
Fue en uno de esos mercados donde conoció a su esposa, Nicole Reed, una antigua cliente que practicaba su español y que cautivó con su entusiasmo por los productos.
Reed se dedica al ámbito de tecnologías de la información para el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de Seattle, por lo que divide su tiempo entre Seattle y Quincy. Cerca de su hogar, una cuadra lleva el nombre de su hija, Pearl, quien murió 30 minutos después de haber nacido.
Ambos tienen hijas adultas de relaciones anteriores. Guerrero nombró a su empresa, ACMA Mission Orchards, en honor a sus hijas Adriana Cristina y Melani Andrea. “Mission” (Misión) porque expresa su misión de abrir algún día un albergue en la propiedad para personas sin hogar.
Actualmente, Guerrero ha reemplazado muchas de sus frutas y cerezas con manzanas y ha optado por un negocio 95 por ciento mayorista, el cual vende a Four Circle y Charlie’s Produce, así como a través de Blue Bird.
Como muchos pequeños productores, Guerrero ha evitado endeudarse desde que pagó su huerto, lo que él cree le da más libertad que las grandes fincas que pueden tener que vérselas con los bancos. Y no tampoco es que todas las ideas de Guerrero sean de izquierda.
Siguiendo la norma del sector, está convirtiendo las variedades más antiguas en las más nuevas y más rentables, y apunta hacia densidades más altas y toldos más estrechos. Aproximadamente en tres años más, cuando algunos de sus Firestorm Honeycrisps sean lo suficientemente altos, planea construir su propia plataforma.
Y aunque los días de campo de la Universidad Estatal de Washington no son lo suyo, no significa que esté en contra del aprendizaje. Su objetivo es visitar Italia algún día para darse nuevas ideas sobre equipos. Solo no le interesa seguir a la multitud.
“No tiene ningún sentido ser un agricultor y seguir a otros agricultores”, dijo.