Este artículo apareció originalmente en la edición de diciembre de 2019 de la revista Good Fruit Grower: X disease devastation strikes Pacific Northwest
Nota del editor: una actualización en nomenclatura
Cerezas pequeñas, descoloridas, sin posibilidades de Mercado son los síntomas de los que los productores de cerezas del Pacifico Noroeste llaman como enfermedad de cereza pequeña, la cual es causada por diferentes patógenos, los cuales dan como resultado síntomas y tratamientos similares: la remoción de árboles infectados. Cereza pequeña virus 1 y 2 le llaman de manera acertada, sin embargo, surge confusión acerca del otro patógeno, un fitoplasma llamado comúnmente como Western X en Washington. Los investigadores dicen que es más acertado llamarlo enfermedad X, debido a que es causada por la enfermedad fitoplasma X, siendo que las herramientas científicas modernas indican que las formas Eastern y Western del mencionado agente patógeno son iguales.
En 2017, este fue un bloque Skeena realmente productivo.
Pero a fines de 2019, Harris Farms planeó eliminar todo debido a la enfermedad X, uno de los patógenos que causa lo que los productores de Washington denominan enfermedad de cereza pequeña.
“Es devastador. Simplemente te rompe el corazón su rápida propagación”, dijo Craig Harris sobre el huerto de cerezos de su familia al este de Yakima, Washington. “Pero, ¿qué podemos hacer sino más que ser realmente agresivos?”
Fijaron eliminar cerca de 20 acres este año, seguidos de 10 acres el año pasado. A su alrededor, los productores vecinos están siguiendo su ejemplo.
En todo el noroeste del Pacífico, la industria de la cereza está lidiando con los niveles epidémicos de la enfermedad X, causada por un fitoplasma patógeno que comúnmente se denomina X en el noroeste. Se está extendiendo más rápido y más lejos de lo que nadie esperaba: El centro Clean Plant Center Northwest reporta que el porcentaje de muestras positivas se ha más que duplicado y que cada vez se reporta más en el Norte Central de Washington también.
Los productores respondieron aumentando su exploración en busca de signos de infección que solo se pueden ver cerca de la cosecha, eliminando árboles sintomáticos y rociando religiosamente los insectos vectores, en lo que solía ser la temporada baja.
Harris instó a los productores de todo el Noroeste a volver prioritario buscar signos de la enfermedad de la cereza pequeña durante el agitado tiempo de cosecha, debido a que lo que comienza con pocos síntomas dispersos puede propagarse rápidamente. Otros líderes de la industria estuvieron de acuerdo.
“En este momento se encuentra a niveles epidémicos, y no tenemos mucho tiempo para combatirla antes de que replante nuestra industria”, dijo Denny Hayden, un productor de la zona de Pasco.
El patólogo de la Washington State University, Scott Harper, dio sus primeras advertencias con respecto al crecimiento exponencial de la presión de la enfermedad de la cereza el invierno pasado. Los datos de la muestra de este año indican una incidencia mayor de lo que se esperaba: Alrededor del 60 por ciento de las muestras dieron positivo para la enfermedad X lo que representa un aumento del 24 por ciento en comparación del año pasado.
“La buena noticia, si es que la hay, es que el estudio es mucho más extenso. Tenemos tres veces más muestras que el año pasado”, dijo Harper. Lo que indica que el mensaje de la industria está funcionando, y la gente está buscando síntomas de la enfermedad de cereza pequeña.
En lo que respecta al segundo virus de la enfermedad de cereza pequeña, el otro patógeno primario que causa síntomas de la enfermedad de cereza pequeña, representó solo el 1 por ciento de las muestras enviadas en este año, en comparación con el 14 por ciento del año pasado. La mayoría de esos casos fueron del centro-norte de Washington.
“Los esfuerzos activos de eliminación en el norte arrasaron con una gran cantidad de inóculo”, dijo Harper, reduciendo el riesgo. Eso es lo que la industria quiere ver para la enfermedad X lo antes posible, pero es un poco más complicado.
“El virus de la cereza pequeña solo está en la cereza”, dijo Harper, sin otros anfitriones. Por otro lado, el fitoplasma de la enfermedad X se puede encontrar en cerezas, otras frutas de hueso, árboles ornamentales e incluso malezas, lo que significa que hay muchos más reservorios a los que enfrentarse. De hecho, los huertos de duraznos en Washington arrojan tasas de infección similares a las cerezas, dijo. Además, los vectores, los saltamontes, pues, saltan. “Se trata de un problema que va más allá del nivel cultivo”, dijo.
Aprender del pasado
Bajo la guía de Little Cherry Task Force formada a principios de este año, los investigadores continúan abordando preguntas clave para ayudar a la industria a responder mejor al brote, tal como identificar los períodos de riesgo clave para la transmisión de la enfermedad X, para los vectores y los árboles, o cómo los saltamontes atraviesan el terreno durante la temporada.
Pero tal investigación lleva tiempo, y los productores lo tienen a cuentagotas, dijo el entomólogo de WSU, Tobin Northfield. Es por eso que se ha convertido en una prioridad aprender tanto como sea posible de los brotes anteriores de la enfermedad X, en California en la década de 1980 y el noroeste en la década de 1950, y basarse en la investigación de esos brotes para “ganar tiempo e identificar las rutas a seguir, ” dijo. “Es necesario que demos con una solución a largo plazo, pero también es crucial obtener respuestas lo más rápido posible. Puede que no sea perfecto, pero eso es lo mejor que tenemos “.
Y con ello en mente, invitó a Sandy Purcell, la entomóloga ahora retirada de la Universidad de California en Berkley, quien encabezó la investigación vectorial de saltamontes del patógeno de la enfermedad X en la década de 1980, a visitar Washington este verano para compartir su experiencia.
“En los 20 años transcurridos desde que trabajé en esta enfermedad, el avance de las herramientas científicas ha sido sustancial”, dijo Purcell. “Pero las herramientas a nuestro alcance para manejarla son bastante rudimentarias: insecticidas y eliminar árboles”.
Tomó casi 20 años para que el programa de reducción de California basado en esas dos herramientas surtiera efectos, y mientras tanto, la enfermedad X, o, comúnmente denominada la enfermedad Buckskin, redujo la superficie de California a la mitad, dijo Jeff Colombini de Lodi Farming. Todavía rocía mes con mes para controlar a los saltamontes hasta finales de octubre, aunque no ha visto síntomas en 15 años.
“Fue bastante devastador en aquel entonces”, dijo. “No tengo palabras para estresar lo importante que es rociar y eliminar los árboles infectados”.
El bloque de cereza de su padre fue uno de los primeros infectados en 1975. Debido a que fue plantado en portainjertos de Mahaleb, que resisten el fitoplasma básicamente al tapar las raíces del vástago infectado, los árboles infectados colapsaron rápidamente. “En algunos aspectos, eso es bueno porque te deshaces de tus portadores mucho más rápido”, dijo Colombini.
Comparó el patógeno la enfermedad X con la malaria.
“Las personas controlan la malaria rociando contra los mosquitos, porque las personas contraen malaria antes de mostrar los síntomas”, dijo. “Si un productor solo se dedica a eliminar los árboles infectados una vez que muestran síntomas, aún corre el riesgo de propagarse. Lo más importante es acabar con los saltamontes”.
Aunque Purcell aclaro que, si bien era importante controlar la presencia de saltamontes desde la cosecha hasta fines del otoño, la eliminación de los árboles debería ser la máxima prioridad. Reflexionando sobre el pasado, en un principio pensó que la eliminación de árboles nunca funcionaría, pero lo hizo. Esto se debe a que es difícil controlar una población de insectos hasta cero vectores (el aumento en el número de aspersiones disminuye las ganancias), pero eliminar el inóculo hace una gran diferencia en los cálculos de riesgo de la enfermedad, dijo.
“No solo estamos tratando de reducir la cantidad de vectores, estamos tratando de reducir la cantidad de insectos infecciosos”, dijo Purcell. “Se consigue al reducir las fuentes del patógeno”.
Northfield y Garrett Bishop de G.S. Long Co., que trabaja con productores de cerezas en el Valle de Yakima, estuvieron de acuerdo. “Si no hay presencia alguna de enfermedades alrededor de su huerto, la cantidad de saltamontes es irrelevante”, dijo Northfield.
“Es vital sacar el reservorio de la enfermedad”, dijo Bishop, y agregó que algunos productores pueden ser más agresivos con la aplicación de pesticidas y más laxos con respecto a la eliminación de árboles. “Lo más importante para mí es la detección temprana y la eliminación de árboles para tratar de suprimirlo tanto como sea posible”.
Salir adelante
La falta de herramientas de detección temprana hace que controlar la enfermedad X sea aún más desafiante. Los síntomas generalmente comienzan en una sola rama, luego un núcleo y pueden pasar desapercibidos.
Los árboles no dan resultados positivos contundentes antes de mostrar síntomas, a pesar de que probablemente hayan estado infectados durante algunos años. A diferencia de los virus, que son relativamente fáciles de detectar ya que se replican rápidamente en los tejidos de las plantas, dijo Harper, el fitoplasma de la enfermedad X es mucho más difícil de encontrar.
“Es como una bacteria, está vivo”, dijo Harper. Parece invernar en las raíces y luego recolonizar lentamente el árbol, pero no se puede detectar de manera constante hasta junio. “En un árbol que mide 8, 10, 12 pies de altura, ¿dónde se encuentra? Es un poco como una aguja en un pajar”, dijo.
Está estudiando para ver si un método diferente para la detección, como los genes activados cuando el árbol responde a la presencia del patógeno, podría predecir mejor la infección temprana, pero la investigación llevará años.
Hasta entonces, los productores tienen mucho terreno que recorrer con relación al patógeno. “Es como perseguir un efecto dominó invisible”, dijo Bishop.
Harris dijo que sí encontró síntomas este año en árboles que dieron resultados negativos el año pasado, a menudo en árboles cercanos a aquellos que mostraron síntomas el año pasado. La dispersión arracimada en sus huertos sugiere que el injerto de raíz a raíz jugó un papel importante.
Para probar esa teoría, ahora trata los troncos de los árboles sintomáticos con herbicida. Si los árboles vecinos muestran signos de daño por herbicidas, también deben irse.
“Esa es una forma de adelantarse a esto. A eso me refiero con ser agresivo”, dijo Bishop. Colombini también recomendó este enfoque. Sin embargo, el riesgo de injerto de raíz a raíz no parece ser consistente. La edad del árbol, el portainjerto y las densidades de plantación pueden influir, y es necesario realizar más investigaciones, dijo Bishop.
Otra herramienta fundamental para comprender la propagación de la enfermedad puede radicar en la utilización de mapas, y tal vez incluso para detectar los síntomas más temprano mediante la tecnología de sensores, dijo Purcell. Los árboles infectados muestran con el tiempo un “efecto transparente” al presentar las hojas clorosis, similar a una deficiencia de micronutrientes, debido al modo en que el patógeno bloquea las vías vasculares, dijo.
Es posible en la actualidad detectar el virus del enrollamiento de la vid, un virus y vector similar al segundo virus de la enfermedad de cereza pequeña, a través del análisis de imágenes aéreas, dijo Purcell. ¿Quizá la enfermedad X también sea posible?
Esas herramientas pueden ser cada vez más importantes porque los productores de Washington están encontrando una amplia variedad de síntomas de la infección por la enfermedad X, más allá de la clásica fruta pequeña y amarga, dijo Harper, y la razón subyacente aún se desconoce
“Estamos tratando de obtener una mejor guía de identificación para los productores, para que puedan identificar mejor los árboles y sacarlos lo más rápido posible”, dijo Harper. “Solo es cuestión de números y nos encontramos del lado malo de la curva de crecimiento en este momento”.
Algunos productores al recurrir a cálculos matemáticos decidieron extraer bloques de alta presión y plantar otra cosa. Ese es el caso de un par de vecinos, dijo Harris, pero el negocio de su familia gira en torno a las cerezas, por lo que planean replantar tras un año en barbecho, seguido de más herbicidas y fumigaciones.
“Lo preocupante es que tenemos tres bloques jóvenes que entrarán en producción el próximo año”, dijo Harris. “Ahí es donde la detección temprana sería realmente útil, en lugar de solo esperar la cosecha. Ese será el momento de la verdad”.
—por Kate Prengaman