Hoy en día, es mucho más costoso planear un huerto de manzanos que hace 20 años —un hecho bien conocido por los productores—, pero ahora los huertos de árboles frutales para investigación de las universidades se ven obligados a hacer más con menos, ya que el financiamiento es reducido o simplemente no es proporcional a los costos cada vez mayores.
Esto representa un desafío para todas las universidades con subvención para tierras (land-grant universities) al enfrentarse a la realidad de los costos de mantener las granjas de investigación en funcionamiento y de administrar las tierras que hacen que sea posible la misión original de estos centros educativos. Constituye sobre todo un desafío para los cultivos permanentes, como las uvas de vinificación y los árboles frutales, los cuales requieren un financiamiento a largo plazo que supera el ciclo de vida típico de la subvención.
“El hecho es que no cultivamos papas. Tenemos que contar con huertos de árboles frutales consolidados para responder preguntas, y eso lleva de 5 a 10 años. Por lo tanto, mantener el financiamiento para las investigaciones a lo largo del tiempo es fundamental, y todos sabemos que estos son cultivos de capital intensivo”, dijo Jim McFerson, director del Tree Fruit Research and Extension Center de la Washington State University en Wenatchee, Washington. “En términos generales, se trata de un apoyo estatal significativamente menor, y realmente creo que nos estamos enfrentando a una crisis que incluye a muchos cultivos, no solo a los árboles frutales”.
Para entender este nuevo paradigma de financiamiento para las fincas de investigación, Good Fruit Grower habló con decanos, directores e investigadores de algunas de las mejores instituciones que sirven a las industrias vinícola y hortícola.
Claro está que las comparaciones serán como comparar manzanas con duraznos o papas, pero surgieron varios asuntos generales: una mayor dependencia del financiamiento a través de subvenciones implica una mayor incertidumbre con respecto a los planes a largo plazo para los cultivos permanentes; en muchos casos, hay grupos industriales que se ofrecen para respaldar la infraestructura, y las tareas de mantenimiento atrasadas en los centros de extensión e investigación están alcanzando niveles alarmantes.
Esta base cambiante del financiamiento no es una preocupación nueva. Si nos remontamos a 1995, los autores de “Colleges of Agriculture at the Land Grant Universities: A Profile” (Escuelas de agricultura en las universidades con subvención para tierras: un perfil) observaron que el financiamiento privado de grupos de productos básicos estaba creciendo y representaba una porción más grande en el gráfico de investigación, mientras el apoyo federal disminuía y se inclinaba más hacia las subvenciones competitivas.
A partir de entonces, el financiamiento estatal también decayó, con una disminución del 50 % del financiamiento base para los centros de extensión e investigación de algunos estados desde la recesión de 2008.
“Al observar el panorama general de financiamiento para alimentos y agricultura, como nación, no estamos invirtiendo lo que deberíamos”, dijo Jan Nyrop, director de la estación AgriTech de Cornell University, anteriormente denominada “Estación Agrícola Experimental del Estado de Nueva York” en Geneva.
Existen oportunidades nuevas, como la reciente inversión de $69 millones USD de parte del Departamento de Agricultura de EE. UU. para un nuevo laboratorio de genética de uvas en AgriTech, que es el hogar de los investigadores universitarios y federales.
Esta asociación coloca a AgriTech en una posición poderosa para la investigación sólida —dijo Nyrop—, pero “también creo que lo que ocurre es que, en muchos lugares, está aumentando el financiamiento local y estatal, dirigido principalmente al crecimiento económico”.
Financiamiento a través de subvenciones versus cultivos permanentes
Actualmente, el financiamiento a través de subvenciones constituye la base de muchos programas de investigación, debido a que el financiamiento base de parte de los estados y los fondos de operación federal de la Ley Hatch, que creó estaciones estatales de experimentación agrícola en 1887, se reducen o se asignan, en cambio, a oportunidades de subvención competitivas.
El desafío radica en que el financiamiento a través de subvenciones, por lo general por 3 o, a lo sumo, 5 años, no está diseñado para sostener la gestión a largo plazo de cultivos permanentes.
“No es posible plantar un huerto de árboles frutales o un viñedo cada vez que se recibe una subvención para llevar a cabo el trabajo, sino que se necesita tener listo el laboratorio”, dijo Nyrop. Por lo tanto, una porción de cada subvención que reciben los investigadores en AgriTech se destina a operaciones y mantenimiento.
“A muy grandes rasgos, los usuarios de las instalaciones de investigación en las fincas cubren alrededor del 30-35 % de los costos totales de la provisión de estos laboratorios vivientes”, dijo Nyrop. Los fondos universitarios provenientes de los fondos federales y estatales para el desarrollo de capacidades cubren el resto.
En los centros de extensión e investigación, es común ver estructuras similares con tasas de utilización, por lo general conocidas como plot fees (tarifas por parcela). McFerson informó que, en la WSU-Wenatchee, las tarifas son escalonadas, según cuánto respaldo necesite el proyecto de investigación. Lo ideal sería que el cuerpo docente compartiera los huertos de árboles frutales para impedir que aumenten los costos, pero es más difícil de lo que uno cree.
“En realidad, nadie quiere que los patólogos inoculen el fuego bacteriano en los nuevos ensayos del sistema de capacitación de Stefano (Musacchi)”, dijo.
No todos utilizan tarifas por parcela.
En el centro de extensión e investigación de Virginia Tech en Winchester, el costo de mantenimiento de todos los huertos de árboles frutales y viñedos en la finca de 124 acres es responsabilidad del investigador que siembra o hereda la plantación.
“Si se utiliza un tractor en ésta, el investigador principal es el responsable del pago”, dijo Tony Wolf, director del centro. Esto simplifica el presupuesto del centro, pero limita la capacidad de hacer inversiones a largo plazo, y los fondos estatales disponibles para los equipos de investigación, como los microscopios, por lo general no incluyen equipos agrícolas. “Si el tractor se rompe, solicitamos una contribución al cuerpo docente”, dijo.
En la University of Idaho, hay una estructura de tarifa por parcela en las nueve fincas de investigación de la universidad, con excepción de los huertos de árboles frutales en Parma.
Por este motivo, la universidad trató de reducir costos cerrando el centro durante la recesión de 2008; sin embargo, las industrias de la uva, la manzana y la cereza ofrecieron financiamiento para mantenerlo en funcionamiento hasta que el estado pudiera volver a pagar”, comentó Mark McGuire, decano adjunto de investigación y director de la Idaho Agricultural Experiment Station.
“La industria ha retirado poco a poco su contribución al apoyo directo para viñedos y huertos de árboles frutales, pero estoy seguro de que si surge alguna necesidad, nos volverán a ayudar”, dijo.
De manera similar, la Michigan State University ya no cobra tarifas por parcela sobre las subvenciones de los diferentes grupos de productos básicos de árboles frutales, lo cual permite que el dinero de la industria se destine más a cuestiones de investigación específicas, dijo Doug Buhler, director de AgBioResearch en la MSU.
Es una manera de agradecerles a esos grupos por ofrecerse a ayudar con el financiamiento de la infraestructura de la finca a través de la Michigan Tree Fruit Research Commission, creada en 2014 para evitar el cierre de un centro de extensión e investigación.
No todas las agencias de financiamiento están dispuestas a cubrir esos costos de mantenimientos de fincas.
“Es un poco contradictorio. Me han negado subvenciones porque somos muy caros debido a que tenemos que mantener los viñedos para hacer la investigación en primer lugar”, dijo Markus Keller, viticultor en el Irrigated Agriculture Research and Extension Center de la WSU en Prosser.
Solo vendan la fruta
La idea de que las fincas de investigación pueden sustentarse a sí mismas vendiendo las frutas, como lo hacen los huertos de árboles frutales comerciales, recibe críticas ambiguas: nadie niega que la investigación es rentable, pero algunos sostienen que las ventas de frutas implican una contribución significativa, y otros, que no vale la pena.
Si bien vender uvas para jugo de las secciones destinadas a la investigación genera algo de dinero, no sucede lo mismo con la sección de uvas de vinificación, dijo Keller.
“Contamos con alrededor de 30 variedades diferentes en secciones muy pequeñas en experimentos que nos exigen que las cosechemos en distintos momentos”, dijo. “No logramos encontrar a alguien que las compre en grandes cantidades, y venderlas de a 50 libras es muy poco rentable”.
La situación es similar en Wenatchee, que está en el centro de la industria de árboles frutales pero lejos del campus principal de la WSU en Pullman.
“En el pasado, solía haber una idea de vender la fruta, pero nunca se hizo para recuperar costos”, dijo McFerson. “No generamos dinero a partir de nuestros huertos de árboles frutales; queremos destinarlos a la investigación”.
El mercado agrícola en el campus de Cornell lleva a cabo negocios dinámicos y eficientes con las frutas vendibles de las granjas de investigación, y las bodegas locales compran las uvas.
“No genera ninguna ganancia en absoluto, pero permite recuperar algo de los costos de mantenimiento de las secciones por si surgiera la necesidad de llevar a cabo un experimento”, dijo Nyrop.
Las ventas de cultivos también ayudan a financiar el mantenimiento de los huertos de árboles frutales que no se estén usando actualmente para la investigación en el Kearney Agricultural Research and Extension Center de la University of California, pero no son suficientes, dijo Mark Lagrimini, vicedirector de Division of Agriculture and Natural Resources de University of California.
“Estos huertos de árboles frutales pequeños y cítricos se conservan en caso de que surja alguna necesidad inesperada, como alguna plaga de insectos o enfermedad”, mencionó en un correo electrónico.
“Sin embargo, el hecho de recibir un presupuesto limitado por muchos años nos obligó a aumentar las tarifas de investigadores para cubrir una mayor parte de los costos. Actualmente, llegamos al punto en el que tenemos que decidir si debemos deshacernos de los huertos. Sería un buen momento para acercarse a los grupos de productos básicos para que financien el mantenimiento de estos huertos”.
Inversión de la industria
Del continuo transcurrir de los días en los campos de investigación, las conferencias y los artículos publicados, parecería que todo está bien en las fincas de investigación de las universidades; sin embargo, las postergaciones de inversión y mantenimiento durante décadas comienzan a hacer mella en muchas instalaciones.
“La universidad no es diferente de los agricultores: cuando no generamos dinero, disminuimos la inversión de capital. Eso es lo que estabaocurriendo”, dijo Jim Nugent, productor de cereza ácido y exhorticultor de extensión de la MSU que preside la Michigan Tree Fruit Commission.
Nacida del esfuerzo conjunto de productores de ciruela, durazno, cereza y manzana en 2014, la comisión ha recaudado más de $5 millones USD destinados a mejorar las fincas de investigación de la MSU.
“La realidad es que, como industrias, tendremos que hacer más por nosotros mismos”, dijo Nugent. “Lo veo como capital semilla para mantener como prioridad a la industria. La universidad es un socio importante para nosotros, y estamos intentando que tengan una posición más competitiva para que obtengan fondos externos superiores a los que nuestros programas de promoción e investigación pueden aportar”.
Los productores del estado de Washington pensaban de una manera similar cuando establecieron una donación de más de $32 millones USD en 2013. La mayor parte se destinará a los puestos del cuerpo docente de la cátedra patrocinada y a sus programas de investigación, junto con el cuerpo docente de extensión, pero alrededor de $8 millones USD se destinarán a las necesidades de infraestructura.
Para saber cuál es la mejor manera de gastar ese dinero, la WSU-Wenatchee inició un proceso de planificación para calcular las mejoras necesarias de la finca, del laboratorio y de las instalaciones, y luego determinar las prioridades.
“Es mucho más de lo que posiblemente nunca podremos pagar, pero cualquier artículo en esa lista contribuirá a la eficacia de nuestras operaciones”, dijo McFerson. “Tenemos la mejor industria de árboles frutales del mundo y nos encantaría tener el mejor centro de investigación de árboles frutales del mundo”.
Por el momento, él cree que el cuerpo docente se siente atraído por la WSU debido a la oportunidad de trabajar con esos socios de la industria.
“Tenemos la buena suerte de contar con esos grandes colaboradores de la industria, y creo que ese es el motivo por el cual hemos podido atraer y conservar investigadores de primera categoría. No son nuestras instalaciones”, dijo McFerson.
La University of Idaho también tiene un magnífico plan para reinvertir en la infraestructura de investigación agrícola en todo el estado. Es una visión promovida por el decano Mike Parrella de la College of Agricultural and Life Sciences, que ha trabajado con la universidad, legisladores estatales y socios de la industria con el fin de desarrollar un plan para invertir alrededor de $25 millones USD en centros de extensión e investigación.
“La agricultura es una fuerza que impulsa nuestra economía, y el Poder Legislativo del estado está comenzando a entender eso”, dijo McGuire. “Como le gusta decir a Dean Parrella, ‘es difícil reclutar profesores de carrera temprana cuando los microscopios son más antiguos que ellos'”.
Los grupos de la industria que se unieron para respaldar los huertos de árboles frutales en Parma se han asociado con un grupo más grande de productos agrícolas del estado”, dijo. “Siempre hemos contado con un apoyo bastante bueno para la industria. Esta es una manera de que todos se comprometan y de que toda la empresa avance hacia el siglo XXI”.
En Idaho, Míchigan y Nueva York, los productores han implementado con éxito su propia recaudación de fondos con el fin de presionar a los legisladores para que reinviertan en educación e investigación agrícola a medida que el gobierno se recupera de la recesión.
En Míchigan, diferentes productores agrícolas se asociaron para apoyar el Proyecto GREEEN (Generating Research and Extension to meet Economic and Environmental Needs [Generar investigación y extensión para satisfacer las necesidades ambientales y económicas]), un programa competitivo de subvenciones financiado por el estado que tiene la finalidad de abordar cuestiones críticas de investigación, como controlar la mosca drosófila de alas manchadas, más rápido que lo que implicaría esperar por subvenciones federales.
“No contamos con algo similar a la industria de la manzana de Washington, pero, desde el punto de vista colectivo, la coalición de plantas resultó ser muy sólida”, dijo Buhler.
“Cada estado es diferente, las industrias son diferentes, las políticas son diferentes, pero creo que existen modos innovadores para reunir estos recursos. El hecho de que las industrias noten que la situación ha cambiado y que puedan determinar cómo ayudarnos es realmente esencial”.
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