El cultivo de uvas en la Península Baja de Míchigan siempre ha sido un negocio arriesgado, por lo que la mayoría de los viñedos en el estado abrazan la costa oriental del lago Míchigan para aprovechar sus efectos moderadores de la temperatura. Sin embargo, un puñado de viñedos está poniendo a prueba los límites al operar en lugares donde los veranos son aún más cortos, los inviernos más duros y los bosques constituyen el 85 % de la superficie. Bienvenidos a la viticultura de la Península Superior.
Un lugar (más) cálido en el centro-sur de la Península Superior
Uno de esos viñedos es Northern Sun Winery, situado en el centro-sur de la Península Superior, a unos 11 kilómetros (7 millas) tierra adentro de la costa noroeste del lago Michigan. Dave y Susie Anthony iniciaron el cultivo en 1999 y acaban de traspasar el viñedo de 2.2 hectáreas (5.5 acres) y la bodega de 10,000 botellas al año a las nuevas propietarias, Wendy y Melissa Middaugh, junto con el gerente del viñedo y enólogo Jonathan Bovard, quien también es hijo de Wendy.
“Este ha sido el verano más duro de nuestras vidas”, indicó Wendy Middaugh. Ninguno de los tres tenía experiencia en viñedos o en la elaboración de vinos, aunque sus abuelos tenían una pequeña huerta de cerezas en la Península Inferior. Afortunadamente, los Anthony comparten lo que han aprendido.
“Dave Anthony viene al menos cada semana para estar en el viñedo, y Jonathan lo tiene en marcación rápida en su teléfono, por lo que hablan todo el tiempo sobre cualquier cosa”, dijo Wendy. “Y luego, Susie nos ha estado asesorando a Melissa y a mí en todas las demás áreas: la parte de mercadotecnia y negocios, todas estas licencias… hay tantas cosas que hacer”.
Hasta ahora, todo parece ir bastante bien, agregó Bovard. A finales de julio, la cosecha parecía lo suficientemente abundante como para producir todos los vinos de Northern Sun, con algo de sobra. Lo atribuye a la ubicación del viñedo en una zona estrecha y relativamente más cálida de la Península Superior. Además, la capa de nieve que suele haber en invierno proporciona un manto protector que ayuda a las vides a sobrevivir al frío. También crecen en laderas orientadas al sur.
Los Anthony plantaron uvas resistentes al frío, como las variedades Marquette, Brianna y La Crescent, que gestionan con una agresiva remoción de hojas.
“Para el caso específico de las uvas rojas, tenemos que eliminar todas las hojas de la zona de fructificación, tanto del lado de la mañana como del lado de la tarde, de modo que donde está la fruta, solo haya fruta, y por encima de ella estén las hojas como paneles solares”, explicó Bovard. En el caso de las blancas, las hojas se doblan hacia abajo para asegurarse de que las uvas tengan mucho flujo de aire y sol”.
La duración del día en la Península Superior también marca la diferencia. “Creo que la magia está en el sol del norte, por lo que tenemos días más largos en verano y las uvas pueden recibir una o dos horas más de sol, lo que compensa la corta temporada”, manifestó Melissa Middaugh.
Labrando un nicho en el este de la Península Superior
Por su parte, Jim y Robin Barker llevan seis años dirigiendo End of the Road Winery, en la comunidad de Germfask, en el este de la Península Superior, la cual está a unos 5 km (3 millas) de la escarpada naturaleza y los humedales del Refugio Nacional de Vida Silvestre de Seney y a 26 kilómetros (16 millas) tierra adentro de la orilla norte del Lago Míchigan. Antes de plantar, los Barker asistieron a conferencias y clases en Minnesota para aprender sobre las variedades resistentes al frío y cómo cultivarlas.
Una de las ventajas de su ubicación es el suelo calcáreo, que es muy bueno para las uvas, apuntó Jim Barker. Y el clima de la Península Superior parece mantener muy bajo el número de plagas de insectos. Bovard indicó que solo tuvo que asperjar una vez a finales de julio. Barker declaró que no solo no ha visto nunca ninguna drosófila de alas manchadas en su viñedo, sino que rara vez ha tenido la necesidad de aplicar insecticidas.
Al igual que en Northern Sun, en la zona de Germfask nieva mucho en invierno, en general lo suficiente como para mitigar las temperaturas frías extremas, pero no siempre. “Estaremos a 20 grados bajo cero durante días y días, y si obtenemos una capa de nieve, eso ayuda. Pero algunos años no tenemos esa cobertura, por lo que las vides se vuelven a congelar”, explicó Barker.
Los daños causados por los ciervos también son un gran problema.
“Pensamos que vamos a obtener dos toneladas de uvas y en dos o tres días, los ciervos entran, derriban la valla y se comen tres cuartas partes de ellas, por lo que es una lucha”, declaró.
Los pájaros también se llevan un número considerable de uvas. “Es probable que lo siguiente (en nuestra lista) será algún tipo de red, junto con la colocación de unas vallas”, indicó Robin Barker.
Sin embargo, estos esfuerzos dan sus frutos porque tienen un buen mercado para sus vinos. Aunque en un principio plantaron cerca de mil vides con la esperanza de hacer solo unos 700 litros (200 galones) de vino —mucho, ya que ambos seguían teniendo trabajos de tiempo completo fuera de la huerta—, sus vinos fueron un éxito.
Sin embargo, sus vides no han tenido tanto éxito.
“Todavía estamos un poco muy al norte para ellas”, señaló Robin Barker. Siguen teniendo un viñedo de 1.4 hectáreas (3.5 acres), pero complementan su cosecha con las mismas variedades cultivadas en otros lugares, sobre todo de un viñedo en el extremo sur-central de la Península Superior de Míchigan.
“JHB es nuestro único vino patrimonial. Tomamos todas las uvas que recogemos aquí, las trituramos y las ponemos en una cuba para hacer un solo lote, y en realidad es bueno”, afirmó Jim Barker, señalando que el vino dulce de pequeña producción —de 10 a 12 cajas de la cosecha 2019— lleva el nombre de su difunto padre, James H. Barker.
Búsqueda de un público
Tanto las bodegas End of the Road como Northern Sun dicen que están viendo una gran demanda de vinos de la Península Superior por parte tanto de la población local como de los turistas de verano.
“Después de que abriera el mercado a finales de mayo del año pasado (tras la primera ola de la COVID-19), ya estábamos ocupados para la segunda semana de junio. Lo mismo ocurrió este año”, afirmó Robin Barker.
En algún momento, algunas de las bodegas se plantearon crear una ruta del vino de la Península Superior para los turistas, “pero no se concretó porque estamos a una distancia entre 56 y 65 kilómetros (35 y 40 millas) unas de otras”, explicó. En realidad, su esposo le recordó que la bodega más cercana cerró hace poco, por lo que End of the Road Winery está ahora a unos 145 kilómetros (90 millas) de la bodega más cercana. “Cierto”, dijo ella con una sonrisa. “Sería difícil llamar a eso una ruta del vino”.
En Northern Sun, los Middaugh entraron en un negocio que ya tenía una sólida reputación.
“Heredamos algo donde la gente entra y se enamora”, dijo Melissa Middaugh. “O —algo lindo que sucede todos los días— alguien bebe nuestro vino y se sorprende de encontrar tanta excelencia en la Península Superior”.
—por Leslie Mertz