En su viaje de trabajador temporal a propietario de una huerta, José Iñiguez aprendió mucho sobre la administración de empleados agrícolas y está más que dispuesto a compartir lo que sabe. Después de todo, dice que parte de lo que hace un buen gerente es ser un “libro abierto”.
Good Fruit Grower pidió a Iñiguez, copropietario de Lamont Fruit Farm y Fish Creek Orchards localizados en el oeste de Nueva York, que compartiera algunas de las lecciones de dirección de empresas que ha aprendido a lo largo de los años.
Originario de México, Iñiguez pasó cuatro años en el estado de Washington antes de trasladarse a Nueva York. Cuando tenía 19 años se incorporó a Lamont Fruit Farm, en el año 1994. Rod Farrow, propietario anterior de Lamont Fruit Farm, socio de Fish Creek Orchards y Productor del Año del 2020 de Good Fruit Grower, se fijó en el don de gentes de Iñiguez y en su afán para la precisión. Farrow le ascendió en el escalafón y acabó dando a Iñiguez la oportunidad de convertirse en uno de sus sucesores, junto con el cultivador Jason Woodworth.
Iñiguez aprendió mucho sobre la administración de empresas a través de Farrow, pero también descubrió muchas cosas por su propia cuenta. Su experiencia le ayuda mucho. Lamont Fruit Farm lleva contratando trabajadores H-2A de México desde el año 1998, e Iñiguez ha trabajado con muchos de los mismos empleados durante más de dos décadas. A lo largo de los años se han ido ganando la confianza y el respeto mutuos. Al tener una historial similar, Iñiguez conoce el idioma y la cultura de sus trabajadores. No sólo les habla de podar, sino también se interesa por sus vidas privadas.
“Hay que ser un ser humano antes que ser un jefe”, dice. “En cuanto confían en ti, harán todo lo que se les pide”.
Para establecer esa relación, Iñiguez nunca deja de saludar a todos sus empleados cada mañana. Si sabe que ellos tienen un problema o atraviesan una dificultad personal — quizá un familiar en su pueblo se encuentra mal — su saludo podría ser más suave y les dedica un poco más de tiempo. A menudo, todo lo que tiene que hacer es escucharlos durante unos cuantos minutos.
A veces, un trabajador le dice que tiene que volver a su país, explica Iñiguez. Eso puede ser un ajuste difícil, pero los propietarios de las tierras de cultivo han aprendido a solucionarlo.
Para el trabajo diario, Iñiguez y Woodworth siempre planifican con antelación y comparten esos planes con los empleados. Los trabajadores lo prefieren así.
“Siempre fijamos nuestras metas por la mañana”, dice Iñiguez. “¿Hasta dónde vamos a llegar? La mayoría de las veces, nuestros muchachos las logran o las superan”.
Recordó un incidente ocurrido hace unos doce años, cuando una gran tormenta de granizo dañó las manzanas de todas sus huertas. Iñiguez, Farrow y Woodworth tuvieron que averiguar qué era lo que se podía salvar y cuál era la mejor manera de recogerlas y clasificarlas. Después de hacer números y discutirlo, les dijeron a sus empleados que el recoger las manzanas sólo sería rentable sí el 80 por ciento de la fruta tuviera la categoría Extra Fancy. Los trabajadores hablaron entre ellos, buscaron la forma de alcanzar ese objetivo y empezaron a repartirse las tareas. El 85 por ciento de la fruta recolectada se clasificó como Extra Fancy, explica Iñiguez.
“Tengo que ser sincero con ellos”, dijo. “He de explicarles que éste es el objetivo, éste es el problema. Hazlos parte de la solución”.
Otras estrategias de Iñiguez: Recompensar a los empleados por su duro trabajo. Invíteles a comer, aunque puede resultar costoso, siempre les hace sentirse valorados. Sea justo con todos y si promete hacer algo, cúmplalo. Y nunca tenga miedo de gastar dinero en formación, cualquier tipo de formación. Cuanto más los empleados estén expuestos a determinados conceptos, más los dominarán, afirma.
“Gastamos mucho dinero en la formación, pero merece la pena”, afirma Iñiguez.
Lamont Fruit Farm es conocida por su adopción de la administración de precisión de las huertas. Uno de los retos es enseñar nuevas técnicas de precisión a los trabajadores y convencerles de que cambien la forma en que venían realizando ciertas tareas.
Iñiguez siempre empieza con una cifra. Digamos que quiere 60 manzanas por árbol. Les dirá a sus equipos de poda y los de raleo (descuate) que su objetivo es 30 ramas y dos yemas por rama. Eso es para las manzanas Gala; dejan brotes extra para la variedad Honeycrisp, como póliza de seguro.
Si está enseñando a su equipo un nuevo estilo de poda, Iñiguez pasa los primeros días asegurándose de que lo dominen. Poda unos cuantos árboles a modo de ejemplo, y siempre les presiona para que poden el número exacto. Cuanto antes les des una cifra, antes la convertirán en su meta, dice.
“A nuestros muchachos les encanta la información”, afirma. “No se trata de trabajar más rápidamente, sino de simplemente contar manzanas”.
—by Matt Milkovich
Este artículo ha sido traducido por Jean Dibble y revisado por Jutsely Rivera. Puede ponerse en contacto con Jean en jean@goodfruit.com.