Los trabajadores agrícolas son escasos.
Pero los empleos agrícolas también están cambiando, ya que la tecnología emergente modifica las cualificaciones necesarias. Los encargados de riego toman decisiones mediante sondas de humedad del suelo. Los equipos de cosecha podrían tener que reparar brazos robóticos. En cuanto a los conductores de tractores, ¿qué conductores?
Mientras tanto, los conceptos de liderazgo también están evolucionando debido a que la salud mental y la inteligencia emocional desempeñan un papel más importante para los supervisores.
Las universidades, las escuelas técnicas y los programas industriales intentan seguir el ritmo, buscando formas de enseñar habilidades nuevas a la mano de obra de la nueva generación.
En el bien establecido Programa Educativo para Empleados Hispanos de Huertas (HOEEP) del Colegio del Valle de Wenatchee (WVC) el concepto de la próxima generación adquiere un tono literal.
Tras 24 años de docencia, Francisco Sarmiento padre ha pasado a dirigir el profesorado, mientras que su hijo, Francisco “Frank” Sarmiento, empezó a dar clases junto con él hace poco más de un año. El programa, denominado habitualmente HOEEP, ofrece siete programas de certificación en fruta de árbol y uva de vinificación.
Los cursos, que forman parte de los programas I-BEST (Integrated Basic Education and Skills Training / Educación básica y formación profesional integradas) de Washington, requieren dos instructores: uno para el contenido técnico y otro para las habilidades básicas de lectura, matemáticas, escritura e inglés. Para las clases de este año, padre e hijo se desplazan juntos desde Wenatchee a un centro de trabajo remoto cerca de Royal City para dar las clases de horticultura y a Grandview para las de viticultura.
El programa semanal suele llenarse de estudiantes -a menudo enviados por sus empleadores- para aprender gestión integrada de plagas, gestión agrícola, oratoria y mucho más. Según Francisco, la demografía ha ido cambiando. Cuando empezó, los estudiantes rondaban los 40 años, y fueron personas que nunca tuvieron la oportunidad de asistir mucho a la escuela durante su infancia en México. Él era uno de ellos, pero llegó a sacar la licenciatura en la Universidad Estatal de Washington (WSU).
Hoy en día, es más común ver a estudiantes más jóvenes, dijo Francisco. Muchos de ellos aspiran a obtener un título de dos años.
“(La HOEEP) ha ido cambiando y adaptándose a la industria”, dijo.
Frank Jr. creció rodeado de las huertas y trabajó para algunas empresas del sector frutícola antes de unirse a su padre en las aulas. Entiende la tecnología mejor que él, ambos están de acuerdo en eso.
“Es increíble que yo pueda seguir sus pasos y al mismo tiempo estoy abriendo mi propio camino”, dice.
Es un reto exponer a los estudiantes a la tecnología del sector en rápida evolución, dicen ambos. Hacen excursiones a centros de investigación y a huertas en funcionamiento. Ya que los instructores no disponen de la robótica en los salones de clase es más probable que los estudiantes vean nuevas herramientas -como por ejemplo los pulverizadores electrostáticos o las trampas para palomilla de la manzana equipadas con cámaras- en sus trabajos.
“Reciben información directamente de la industria”, dijo Francisco.
Miguel Ramírez, supervisor de Zirkle Fruit y actual estudiante de la HOEEP, da la bienvenida a la tecnología que facilita los trabajos en el campo. Utiliza sensores para vigilar el crecimiento de los árboles, encargarse del riego y controlar las plagas, ya sea en el ordenador o en su teléfono. Los manuales tecnológicos son auto explicativos, detallados y fáciles de entender, afirma.
“Mientras la tecnología se utilice de forma útil, seguiremos utilizándola”, dijo. “No tengo ningún miedo”.
Los estudiantes dicen que quieren ampliar sus horizontes y ascender en la escalera directiva de sus empresas. Es por eso por lo que los Sarmiento animan a sus alumnos a practicar también la oratoria.
Cinthya Juvera, exploradora de manejo integrado de plagas (MIP) y supervisora de H2O Vineyards, dió una presentación de diapositivas sobre cochinillas en un taller de agricultura ecológica celebrado a principios del marzo en Prosser. El objetivo de esta residente de Pasco es aprender lo suficiente sobre el control de plagas como para escribir sus propias recomendaciones de tratamiento.
“Puedo hacer las dos cosas, y así cubro mucha más superficie y tengo más conocimientos, no sólo de las plagas en sí, sino también de los productos químicos que podemos usar en el viñedo”, dijo.
Más demanda de licenciaturas
Recientemente, otras universidades de Washington han empezado a ofrecer licenciaturas de cuatro años, uniéndose a la WSU en la atención que dan a los estudiantes que buscan carreras profesionales agrícolas. La demanda para estos empleados también es alta, afirma Tadd Wheeler, director docente de la carrera de agro-técnico de la WSU. Cada año, los reclutadores dejan puestos y prácticas sin llenar.
“Hay más demanda de la que podemos cubrir”, dijo Wheeler.
Colegio del Valle de Yakima (YVC) comenzó a ofrecer una licenciatura en septiembre del 2022, y su primer grupo de seis estudiantes se graduará en el mes de junio del 2024. Sólo pueden optar a ello los estudiantes que ya hayan cursado dos años. El programa tiene como objetivo que el número de matriculados aumente cada año. Es una de las dos únicas licenciaturas en Ciencias Aplicadas en Washington, dijo Brian Bodah, instructor principal.
Los programas de licenciatura presentan la innovación en cuanto sea posible. Por ejemplo, la empresa gigante tecnológica Telus donó software de codificación para uso en las aulas de YVC mientras que la WSU adquirió un aparato de cartografía de suelos. Pero los cursos se orientan a la formación de líderes profesionales, no de técnicos.
“Ellos serán los gestores agrícolas del mañana”, dijo Bodah.
La Universidad Central de Washington (CWU) ha entrado en el ámbito de la profesionalización agrícola con varios programas de certificación que pueden acumularse en un grado complementario o utilizarse para obtener un grado académico principal.
Angelie Sampson, de White Salmon, se matriculó en administración deportiva, hasta que oyó hablar del programa de negocios agrícolas. A ella le pareció interesante, porque después de graduarse de la preparatoria, Sampson trabajaba en el verano con Mount Adams Fruit, ayudando a incorporar a empleados nuevos y a gestionar las licitaciones de los programas de almuerzo escolar. También ayudó con las auditorías orgánicas, entre otras tareas.
La estudiante de último curso decidió estudiar la administración de empresas, con especialización en gestión de la cadena de suministro, y quiere tener una carrera profesional en el sector de los árboles frutales. Incluso participa en un programa de certificación de la cadena de suministro llamado Lean Six Sigma.
“Cuando llegué aquí el primer año, no sabía nada sobre las oportunidades que había en la cadena de suministro y tampoco conocía la certificación Lean Six Sigma”, dijo Sampson, quien es hija de un electricista y de una auxiliar de enfermería certificada.
Lagunas y coordinación
La lista de programas es larga. Algunos miembros del sector de la fruta de árbol sospechan que ha llegado el momento de realizar un inventario educativo para detectar las lagunas y luego coordinarse para llenarlas.
“No conocemos quienes ofrecen los cursos y debemos conocerlos”, Afirma Karen Lewis, directora de la Unidad de Programas de Agricultura y Recursos Naturales de la Extensión de la WSU. Ella visualiza un diagrama de flujo que muestra todos los programas de educación aplicables a los árboles frutales, para guiar tanto a los estudiantes como a sus futuros empleadores.
En California las industrias de cultivos especializados ya lo tienen en marcha. Western Growers, que representa a empresas de cultivos de productos frescos en cuatro estados occidentales, aprovecha de subvenciones estatales para identificar las lagunas de conocimiento basadas en las necesidades de los productores y para crear programas de certificación en las universidades comunitarias con el fin de ayudar a llenar esas lagunas. Las subvenciones también ayudan a las empresas a pagar las prácticas de los graduados del programa. Una organización laboral sin ánimo de lucro de Fresno (California) está haciendo algo parecido a escala más local.
Jon DeVaney, presidente de la Asociación de Árboles Frutales del Estado de Washington, ya ve ahora que existe un gran vacío. Los empresarios le dicen que a menudo quieren promover a los empleados actuales, pero no saben adónde enviarles para que repasen las destrezas necesarias, o incluso para que identifiquen cuales son. Por ejemplo, un empleado experimentado puede querer convertirse en aplicador de pesticidas, pero carece de conocimiento suficiente de las matemáticas básicas para mezclar con precisión los tanques o ajustar las válvulas para tener en cuenta la velocidad del tractor y el tamaño de las gotas.
La industria de la fruta de árbol también debe trabajar con los distritos de servicios educativos y los consejos de desarrollo de la mano de obra para ayudar a los jóvenes a ver la agricultura como una carrera profesional, no sólo como el trabajo duro que sus padres soportaron sacrificándose para empezar la vida en los Estados Unidos, dijo DeVaney. En el sector abundan las oportunidades profesionales para los jóvenes con conocimientos tecnológicos y empresariales, pero con demasiada frecuencia no son fáciles de encontrar y la responsabilidad de encontrarlas recae en los jóvenes estudiantes.
“Esa mano de obra no va a aparecer por arte de magia”, dijo DeVaney.
El Instituto AgAID, una colaboración de universidades y empresas dirigida por la WSU y financiada por el gobierno federal que se centra en llevar la inteligencia artificial a la agricultura, está intentando hacer algo al respecto. La financiación ayuda a apoyar a los estudiantes que realizan prácticas en las empresas de tecnología agrícola, por ejemplo.
El instituto también organiza Agathons, versión agrícola del conocido hackathon. Son competiciones en las que participan estudiantes altamente cualificados en la informática para resolver problemas técnicos. En noviembre del año pasado, un grupo de estudiantes del valle de Yakima de una secundaria en Wapato, construyeron sensores de suelo y de tiempo, y luego los pusieron a prueba en la estación de investigación de la WSU en Prosser.
En el otoño del año pasado, en una feria de ciencias de una preparatoria situada en el este de Washington en la que participaron 800 estudiantes, Steve Mantle, de la empresa de tecnología agrícola innov8.ag de Walla Walla, compartió un vídeo de los vehículos todoterreno de su empresa, equipados con sensores, recorriendo huertas reales y también huertas virtuales. Esto se presentó con UNITY, una plataforma de desarrollo de juegos virtuales. Los jóvenes reconocieron el software por la codificación de las consolas de los videojuegos Xbox y PlayStation.
“Me quedé alucinado”, dijo Mantle, quien forma parte del equipo directivo de AgAID. “Estamos ayudando a que a los niños se les encienda el foco”.
Juvera, la exploradora de MIP en la clase de viticultura de WVC, dijo que personas de su edad suelen ver el trabajar en la agricultura sólo como la labor dura que su madre ha realizado desde hace siempre. Pero una clase de viticultura le mostró a ella la ciencia y hasta la emoción detrás del trabajo, y por lo tanto supo de más oportunidades.
“A veces vemos el trabajo agrícola como un trabajo de pobres”, dice. “Pero es mucho más que un trabajo duro, es un trabajo donde se aprende más y experimentas los porqués”.
—por Ross Courtney
Este artículo ha sido traducido por Jean Dibble y revisado por Jutsely Rivera. Puede ponerse en contacto con Jean en jean@goodfruit.com.