Los altos niveles de presión de la enfermedad X en muchas partes del valle de Yakima en Washington hacen que cada chicharrita que se encuentre en un bloque de cerezas sea una posible amenaza.
Y como tal, no hay un umbral económico para manejar estos vectores de una enfermedad incurable, según Tobin Northfield, entomólogo de la Universidad Estatal de Washington. Es por eso por lo que él y sus estudiantes de posgrado están examinando estrategias de repelencia: tratar de dar a los productores otra herramienta de control.
“¿Podemos proteger a estos árboles si impedimos que las chicharritas lleguen hasta ellos?”, preguntó Adrian Marshall, estudiante de posgrado de la WSU, mientras hablaba del estudio del año pasado en el cual se examinó la arcilla de caolín y las aplicaciones de las telas reflectantes en los huertos de cerezos después de la cosecha, cuando la actividad de las chicharritas es mayor. Encontró que ambas estrategias redujeron la captura de las chicharritas en trampas adhesivas, pero los investigadores quieren repetir los estudios esta temporada para confirmar los resultados.
La investigación disuasoria marca una parte de los trabajos en curso para aprender tanto como sea posible sobre las chicharritas que transmiten la enfermedad X: Colladonus reductus y C. geminatus. Los conocimientos sobre su ciclo de vida, sus plantas hospederas y hábitos podrían ayudar a la industria de la cereza a cambiar sus programas generales de fumigación de cada dos a tres semanas, desde la cosecha hasta noviembre, a programas de control más específicos que protegerán la eficacia del producto.
“Puede empezar a usar muy fácilmente muchos de sus pesticidas”, con ese intenso programa de manejo, apuntó Garrett Bishop, quien trabaja en los servicios de calidad de G.S. Long Co., y es miembro del grupo de trabajo sobre la enfermedad de la cereza pequeña de la industria. Ayudó a la WSU a establecer algunos de sus estudios sobre la repelencia que, según indicó, definitivamente valdría la pena investigar. “Se trata más de barreras para reducir el riesgo de que las chicharritas propaguen el patógeno”, indicó.
Una mejor comprensión de la dinámica entre patógenos y chicharritas debería beneficiar a los productores, afirmó Northfield. Ya está claro que cada nueva generación de chicharritas que se alimenta de árboles, malezas u otras plantas infectadas tarda unos 30 días en convertirse en un vector infeccioso, señaló. Esto les da a los productores un periodo de tiempo para un control efectivo.
Y cuanta menos enfermedad haya en el medio ambiente, menor será el riesgo que represente cada chicharrita.
“Lo más importante es que los productores eliminen los árboles para sacar el inóculo de forma que, si las chicharritas no tienen árboles infectados para perforar y chupar, se reduzca mucho el riesgo”, explicó Bishop.
Detalles sobre los repelentes
El despliegue de tela reflectante proporcionó el mejor elemento de repelencia de las chicharritas, según los datos de captura de trampas de bloques de estudio en huertos comerciales, tanto en el valle de Yakima como en el área de Wenatchee.
“En algunos casos, se redujo a cero (la captura en las trampas)”, informó Marshall cuando presentó sus hallazgos a la Comisión de Investigación de Árboles Frutales de Washington, la cual financió el proyecto. “Esto demuestra que la cobertura vegetal es muy importante para la vida de la chicharrita”.
La tela reflectante parece funcionar porque cubrió la cobertura vegetal del huerto —específicamente, las malezas de hoja ancha que prefieren estos insectos— no debido a sus propiedades reflectantes en un huerto de cerezas con sombra.
Las malezas perennes como el diente de león, la malva y el trébol representan un riesgo particular, porque a las chicharritas realmente les gustan, y las malezas pueden servir como fuente del fitoplasma X de un año a otro, señaló Northfield. Los estudios de alimentación en el laboratorio muestran que los insectos necesitan dietas diversas y que les gustan las malvas incluso más de lo que les gustan los cerezos y los duraznos.
Cuando los investigadores necesitan atrapar chicharritas para los estudios, se dirigen directamente a áreas con maleza como las que rodean al equipo de riego, apuntó Louis Nottingham, también entomólogo de la WSU.
Los investigadores también desplegaron sus trampas adhesivas a alturas de 0.6, 1.2 y 1.8 metros (2, 4 y 6 pies) para entender donde pasan la mayor parte del tiempo las chicharritas. Atraparon muchas más en las trampas inferiores, dijo Northfield, otra señal de que la cobertura vegetal las está atrayendo.
En realidad, el despliegue de tela reflectante como elemento repelente para las chicharritas parece un enfoque costoso e inconveniente, afirmó Teah Smith, entomóloga y consultora agrícola de Zirkle Fruit, quien organizó uno de los estudios de repelencia en un huerto del área de Wenatchee.
“Pero lo que creo que ha sido genial sobre este experimento con Extenday es que, aunque no es probable que lo implementemos en el campo, nos muestra la importancia de manejar la cobertura vegetal”, añadió.
Hubo un bloque en el estudio, no el suyo, donde los investigadores de la WSU no capturaron ni una sola chicharrita. Ese bloque tiene una cobertura vegetal que consiste completamente de pasto, sin maleza, informó Smith, lo cual no cree que sea una coincidencia.
En el primer año de datos, recubrir los árboles con Surround (arcilla de caolín) una vez al mes también proporcionó un fuerte efecto de repelencia, según las capturas de las trampas. Con un precio de 185 a 247 USD por hectárea (75 a 100 USD por acre), eso es algo que Smith dijo que podría ver implementado.
De hecho, algunos productores de cerezas ya aplican Surround poco después de la cosecha para reducir el riesgo de duplicación inducida por el calor, por lo que, en esos casos, podría ofrecer un beneficio doble, indicó Bishop.
Northfield y Marshall decidieron probar la arcilla de caolín porque se ha demostrado que funciona como un elemento disuasorio para la chicharrita de alas cristalinas (Homalodisca coagulata), una prima de la chicharrita que transmite el fitoplasma de la enfermedad de Pierce en los viñedos de California.
Bishop dijo que, si los datos que Northfield y Marshall recopilen este año muestran el mismo fuerte efecto repelente que el año pasado, espera que más productores quieran probarlo.
Insecticidas y ciclos de vida
Aunque los investigadores perfeccionan las estrategias de repelencia, el mejor manejo disponible sigue siendo un programa agresivo de fumigación.
Nottingham llevó a cabo estudios de laboratorio el año pasado para evaluar la eficacia de los insecticidas, un proceso que implicó capturar muchas chicharritas silvestres y tratar de mantenerlas vivas el tiempo suficiente para matarlas. Para los productores convencionales, encontró que Asana (esfenvalerato), Actara (tiametoxam) y malatión ofrecieron una mortalidad del 100 %. Transform (sulfoxaflor) ofreció una mortalidad cercana al 90 por ciento.
Para los productores orgánicos, dos fórmulas a base de piretrina, PyGanic y Azera, mostraron un desempeño bastante bueno, afirmó Nottingham.
También estudió el potencial de usar insecticidas sistémicos mediante el empapamiento del suelo y descubrió que tanto el imidacloprid como el tiametoxam actúan contra las chicharritas. Se trata de una estrategia que necesitará más investigación para entender los mecanismos de administración, las tasas y los tiempos, porque los cerezos comerciales son mucho más grandes que las plántulas de invernadero que usó en el estudio. Pero Nottingham cree que la aplicación sistémica podría ser especialmente útil para los productores de viveros que necesitan proteger árboles pequeños que no producen frutos.
Todavía no hay ninguna recomendación para el uso del recuento de trampas para optimizar el tiempo de aplicación, pero ese es el siguiente paso que la industria quiere ver, según Smith y Bishop.
“No quiero fumigar más de lo que sea absolutamente necesario”, aseguró Smith, citando la necesidad de mantener los costos bajos y proteger tanto a los enemigos naturales como a los modos de acción de los insecticidas. “De lo contrario, ocurrirá como con la Drosophila de alas manchadas y nos agotaremos los materiales que podemos usar contra ellos”.
Las trampas adhesivas funcionan bien para los adultos, pero tiene previsto empezar a usar redes de barrido este año para buscar ninfas. Puede tener sentido basar el tiempo de aspersión en las poblaciones de ninfas, señaló Smith.
“Queremos atraparlas antes de que empiecen a transmitir”, dijo.
En cuanto al ciclo de vida de las chicharritas, Northfield afirmó que la C. reductus parece tener ahora tres generaciones en el valle de Yakima, a diferencia de los datos históricos que mostraban solo dos. Aun así, solo encontró dos generaciones en el norte central de Washington.
“Esto podría ser realmente importante en el resurgimiento de esta enfermedad”, indicó.
—por Kate Prengaman